Cada vez es más frecuente encontrarse en los discursos de las organizaciones y, por ende, en sus informes y memorias (más acentuado si cabe ahora por los nuevos requisitos de la guía G4 del GRI), claras referencias a que todo lo que hacen está orientado hacia sus grupos de interés. Pero si se profundiza en los modelos de gestión, esto no hace más que recordar el lema acuñado por el despotismo ilustrado, a finales del siglo XVIII, “Tout pour le peuple, rien par le peuple” (“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”)
Parece que nos hemos instalado en lo que podríamos denominar un “despotismo responsable”, según el cual, las decisiones de las organizaciones son guiadas por la responsabilidad y cuyo lema, “todo para mis grupos de interés pero sin mis grupos de interés”, está caracterizado por el paternalismo. Las organizaciones creen saber lo que conviene a sus grupos de interés y plantean acciones para atenderles, pero, en muchos casos, no responden a un verdadero diálogo que permita conocer sus expectativas y necesidades y, por lo tanto, cómo responderles adecuadamente. Como ocurriera con las monarquías absolutistas, este enfoque puede traer beneficios a la sociedad, pero a la larga está condenado al fracaso, por su inconsistencia.
La historia nos muestra que, frente al despotismo ilustrado, se alzaron las voces de los enciclopedistas, que veían necesario el protagonismo y la intervención del pueblo en los asuntos políticos. Trasladado en el tiempo y, como es lógico, salvadas las distancias, el The Institute for Social and Ethical Accountability, una organización internacional y abierta con un enfoque multi-stakeholder, introdujo los principios incluidos en las normas AA1000, para promover innovaciones en “accountability” como fundamento para la sostenibilidad.
Estos principios promueven que las organizaciones se impliquen activamente con sus grupos de interés, identifiquen y entiendan completamente los aspectos de sostenibilidad que tendrán un impacto sobre su desempeño -incluyendo desempeño económico, medio ambiental, social y financiero a más largo plazo- y posteriormente utilicen estos conocimientos para desarrollar estrategias de negocio y objetivos de desempeño responsables. Sólo de esta forma se construye una gestión de la Responsabilidad Social sólida, sostenible, y alejada de todo “despotismo responsable”.
Manuel Tejedor