Este resultado, sorprendente, que pudiera resultar alentador, muestra el fondo de la realidad cuando se contrasta con otros estudios recientemente publicados.
Así, en el informe Corporate Human Rights Benchmark, publicado por la World Benchmarking Aliance en noviembre, se concluye que existe una desconexión entre los compromisos y procesos por un lado y el rendimiento y los resultados reales por otro. Incluso para aquellas empresas con sólidos compromisos y sistemas de gestión. Si se quieren alcanzar los ODS para el 2030, añade, tenemos que asegurarnos de que los fuertes compromisos y los sistemas de gestión surten los efectos previstos.
Pero el informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2020, publicado por Naciones Unidas en julio, todavía es más contundente. En él se recogen afirmaciones tales como que, antes de la pandemia del Covid-19, el mundo estaba lejos de acabar con la pobreza para 2030; la inseguridad alimentaria ya estaba en aumento; que continuaban los progresos en muchas áreas de salud, pero necesita acelerarse; el progreso hacia una enseñanza inclusiva y equitativa de calidad es muy lento; que a pesar de los avances miles de millones carecen de servicios de agua y saneamiento, etc. Además, de las 21 metas de las 169 incluidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para las cuales se habrá cumplido el plazo a fines del año 2020, tan solo 3 se reconocen como cumplidas o encauzadas.
Resulta evidente que no se está abordando el tema con rigurosidad técnica, desde un conocimiento profundo de los objetivos de la Agenda 2030, expresado en sus metas. Como resultado del desconocimiento del marco, no existe una verdadera alineación de los esfuerzos que se realizan con las palancas que verdaderamente contribuyan a la consecución de los objetivos perseguidos por la Agenda. Por ello se tiene la errónea percepción de que se contribuye, pero los resultados, tozudos, muestran lo contrario.
La identificación de acciones para el establecimiento de planes de acción que verdaderamente contribuyan a alcanzar dichas metas requiere de la aplicación de herramientas de gestión para:
- Analizar las metas para identificar con cuál de ellas se puede alinear, teniendo en cuenta el contexto y las condiciones en las que se desarrollan las actividades de la organización y sus recursos y capacidades.
- Fijar el propósito de la iniciativa, alineada con la meta correspondiente. En este caso el objetivo a alcanzar en el año 2030 y, si procede, los objetivos parciales.
- Estudiar los obstáculos y barreras que pueden dificultar alcanzar los objetivos de la iniciativa, y los recursos que serán necesarios para llevarlo a cabo (bien de forma propia o en alianza)
- Definir las acciones concretas que desarrollan la iniciativa, con sus metas, plazos, recursos y responsables correspondientes.
Por otro lado, y no menos importante, el citado informe de Naciones Unidas resalta la importancia de disponer de datos y estadísticas oportunos, de calidad, abiertos y desglosados. Esos datos son fundamentales para comprender, gestionar y mitigar los efectos humanos, sociales y económicos de la pandemia. También son esenciales para diseñar respuestas a corto plazo y medidas aceleradas para volver a encaminarnos para alcanzar los ODS. En esto también coinciden las empresas en los workshops llevados a cabo por la Red Española del Pacto Mundial que relacionan en un alto grado la necesidad de tener indicadores claros y un sistema homogéneo y comparable para medir el impacto de sus acciones.
En resumen, si no se actúa sobre alternativas o estrategias relevantes, que conduzcan a la consecución de los impactos necesarios para lograr las metas de la Agenda 2030, y no se dispone de un sistema de indicadores, que permita hacer un seguimiento del grado de consecución de las mismas, no se avanzará de forma efectiva.
