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La Agenda 2030: Bastante más que 17 etiquetas de colores

11/01/2021
Manuel Tejedor - Director de Estudios e Innovación en MAS Business

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De un tiempo a esta parte, después de haber transcurrido cinco años, se sigue observando -sin poner en duda que se está obrando con el buen propósito de difundir y ganar adeptos a la causa global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)- que, salvo excepciones, no se está abordando el tema con suficiente rigor ni alentando para que se haga.

En primer lugar, porque parece olvidarse que es un tema que ha tenido su origen en Naciones Unidas y su responsabilidad está asumida, como puede leerse en la declaración contenida en el documento oficial de presentación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, por los Jefes de Estado y de Gobierno y Altos Representantes. Y más concretamente, en el párrafo 41, se señala que cada país es el principal responsable de su propio desarrollo económico y social, y se reconoce que desempeñan los diversos integrantes del sector privado, desde las microempresas y las cooperativas hasta las multinacionales, y la función de las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones filantrópicas en la implementación de la nueva Agenda, pero no se les traslada la responsabilidad. Igualmente haciendo una lectura detenida de las 169 metas se observa que la gran mayoría de ellas deberían implementarse bajo el paraguas de planes nacionales (según reza en el párrafo 21) a los que sumarse los esfuerzos de las organizaciones para lograr impactos relevantes.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que los 17 ODS están desplegados en metas, de manera integrada e indivisible, y hay que descender a este nivel para realizar un correcto alineamiento de las iniciativas al ODS correspondiente. El despliegue de los 17 logos y títulos sintéticos cumple su papel para las labores de difusión y marketing, pero no deben constituir la guía de atribución, convirtiéndose en un tamiz grueso por el que pasa todo. Por ejemplo, aunque es loable contribuir económicamente al mantenimiento de un comedor social, la verdadera contribución a la meta 2.1 es el número de personas a las que se les ayudaría a salir de la situación de tener que acudir al comedor social.

En tercer lugar, se debe tener en mente que los objetivos se han establecido mayoritariamente con el horizonte 2030 (alguno ya para evaluar ahora que acaba 2020) y la medición y evaluación del grado de cumplimiento se va a realizar ese año. Por tanto, actuando con rigor, cualquier plan que se quiera plantear en el ámbito de los ODS necesariamente tiene que incluir un objetivo a 2030 y que realmente contribuya a la meta, aunque luego, para la operatividad, se marquen objetivos a fechas intermedias. Lo importante son los resultados consolidados a 2030. No valdrán, a efectos de la Agenda 2030, resultados parciales, por ejemplo, la creación de puestos de trabajo en 2022 si la organización desaparece o reduce plantilla en 2030 (con respecto al año base)

En cuarto lugar, está la dificultad de la medición. Resulta relativamente fácil cuantificar los recursos movilizados en una iniciativa, por ejemplo, la inversión dineraria en la impartición de una actividad educativa, y los logros o resultados inmediatos, el número de alumnos que han participado. Otra cosa es analizar a cuantos de estos alumnos se les ha proporcionado una oportunidad de incorporación al mercado laboral, como indica la meta 4.4, porque exige el establecimiento de grupos de control, años posteriores de seguimiento, etc.

Analizando la situación general, se observa que se están atribuyendo contribuciones a los ODS sin especificar la meta (o incluso a alguna causa que no se menciona en el Acuerdo), solamente por la inversión o los logros inmediatos sin tener en cuenta el horizonte temporal de 2030 o sin estar enmarcadas en un plan nacional que sume y multiplique los esfuerzos individuales. Ésta es la verdadera fecha del examen y se esperan resultados consolidados porque, aunque señalaba que como acciones sociales hay muchas que son aplaudibles, los ODS no persiguen, utilizando el dicho, que se entreguen “peces” sino “cañas” y se enseñen a usarlas. Es cuestión de conseguir cambios sistémicos, perdurables y significativos.

Si no empezamos a aplicar el rigor en este momento, a diez años vista, es de temer que llegaremos al año 2030, después de haber sido bombardeados por infinidad de iniciativas que se anuncian que contribuyen a los ODS, y la evaluación entonces nos dirá que no habremos alcanzado lo que se pretendía (véase el Informe sobre el Desarrollo Sostenible en Europa de 2020, recientemente publicado por Sustainable Development Solutions Network and Institute for European Environmental Policy) Ante un plan de esta envergadura a escala mundial, hay que estructurar la implementación mediante alianzas, bajo el paraguas de planes nacionales que sumen esfuerzos y siendo rigurosos con los objetivos perseguidos, para lograr ser eficaces y conseguir impactos relevantes, sistémicos y perdurables, en línea con lo marcado por la Agenda 2030. noticia
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