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Managing A Sustainable Business

La evolución silenciosa

03/02/2021
Manuel Tejedor - Director de Estudios e Innovación en MAS Business

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Quisiera poner la atención sobre una serie de hechos que quizás puedan estar pasando desapercibidos pero que son el germen, si consolidan sus principios y se asumen colectivamente, de la ansiada evolución que debe producirse en nuestra forma de actuar como sociedad en el mundo.

El primer debate fundamental está teniendo lugar en el ámbito del liderazgo. Se trata del cuestionamiento del binomio misión-resultados, imperante hasta el momento como motor del desarrollo desde la revolución industrial, para dar paso al binomio propósito-impacto, básico para un desarrollo sostenible. El concepto de misión, como el planteamiento que realiza una organización para satisfacer una necesidad recibiendo una compensación económica por ello, y la visión, como proyección de un liderazgo económico a corto o medio plazo, ha conducido a una serie de valores que han justificado un alto nivel de tolerancia en el nivel de aceptación de los impactos negativos. Frente a esto, el propósito es un cuestionamiento, casi existencial, de cuál es el sentido de una organización, el porqué de su existencia y cuál es el valor que puede aportar a la sociedad, no sólo desde el punto de vista económico. Y necesariamente ha de fijarse en el impacto generado, positivo y negativo, con visión de largo plazo, y no solamente en el resultado inmediato de sus acciones.

En el otro extremo se está produciendo otro debate, que más bien tiene que ver con quién alcanza la supremacía en la carrera de imponer un estándar de reporting. Y aquí se distinguen tres corrientes. Por un lado, quienes propugnan, desde esa concepción misión-resultado, que debe imponerse el concepto de materialidad, en relación con los resultados económicos. Así, la fusión de las iniciativas SASB e IIRC, abogan por poner el énfasis en aquello que puede influir en el resultado económico. En el otro lado encontramos a GRI, también en esa concepción misión-resultado, quien pone su foco, en su concepto de materialidad, en los temas que influyen en los aspectos más ambientales y sociales. Y si se quiere, en el centro, se encuentra el legislador que, de una forma digamos paternalista, ha decidido cuáles son los temas que son relevantes para los ciudadanos y reglamenta para que se informe sobre determinadas cuestiones. En lo que coinciden todos es que el resultado es frustrante, porque las tres corrientes propugnan informar sobre resultados y no sobre impactos. No tiene sentido un debate sobre la doble materialidad, cuando los verdaderos temas relevantes son los específicos para una organización, dependen totalmente de su contexto y no pueden predeterminarse.

Pero es que para poder analizar e informar sobre los impactos hay que situarse en un paso anterior, que es el de la planificación. Porque si no se tiene claro el propósito, no se realiza un análisis de contexto para fijar los temas relevantes, no se reflexiona sobre en qué puede ofrecerse respuesta aportando valor y se fijan unos objetivos y unos planes para alcanzarlos, no se pueden evaluar los impactos. Y en esto ha hecho un flaco favor la interpretación generalizada que se ha impuesto de lo que son los ODS dentro de la Agenda 2030. Porque no es lo mismo trabajar en el ámbito de unos principios universales, que son indiscutibles, y que están reflejados en los 17 ODS, que trabajar alineados con unas prioridades concretas, claramente marcadas en las metas de la Agenda 2030, que persiguen alcanzar unos impactos concretos en ese horizonte. Y nuevamente viene la frustración porque se consiguen resultados, pero no impactos, porque no se pone el foco en ellos. Y esto mismo podemos trasladarlo para los Acuerdos para el cambio climático. De ahí que iniciativas tales como SBTi, que propugna establecer objetivos basados en la ciencia, poniendo el foco en reducir el impacto de las emisiones, sean las que puedan conseguir alcanzar la meta. Porque no hay que olvidar que un impacto busca que se produzca un cambio de situación, que sea sistémico, duradero y significativo.

Cerrando el círculo de la gestión no hay que olvidar que la ejecución de las acciones incluidas en estos planes estratégicos ha de hacerse buscando la máxima eficiencia en el uso de los recursos limitados del planeta y teniendo en cuenta minimizar al punto de eliminar, los impactos negativos que puedan derivarse. El concepto de coste debe ampliarse, por tanto, más allá del económico para contemplar el social y ambiental, y el nivel de tolerancia a los impactos negativos debe reducirse a cero. Ya están avisando las entidades con capacidad inversora, que van a trasladar sus estrategias desde un concepto de inversión socialmente responsable hacia el concepto de inversión de impacto. Véase sino lo que incluye Larry Fink en su carta anual, en relación con el criterio de no inversión en negocios con impacto en el cambio climático.


En resumen y desde mi experiencia de años en este ámbito, el cambio de paradigma está en concebir la gestión de las organizaciones desde una definición reflexionada de su propósito, en el cual puedan alinearse los propios de los miembros del equipo, del cual derive cuál es su aportación de valor y los objetivos y acciones estratégicas que conduzcan a alcanzar los impactos buscados, la ejecución de los planes teniendo en cuenta la eficiencia en el uso de los recursos y la no generación de impactos negativos, y el análisis de del grado de consecución de los impactos perseguidos como herramienta de evaluación de la gestión y soporte de la comunicación del desempeño. La implantación de este nuevo modelo necesita de verdaderos especialistas en la gestión del cambio y de la organización interna, con visión holística y multidisciplinar sobre muchos ámbitos, de los que no hay muchos, a pesar de las numerosas promociones que están surgiendo de las escuelas de negocio. Y también del reconocimiento de la importancia de esta función en una organización, que no puede quedar centrada solamente en el cumplimiento, o en la gestión de la reputación, la elaboración de informes, o en la gestión de planes de acción social, etc.
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