A los informes con objetivo de marketing se les aprecia que, generalmente, no están escritos por la propia organización sino por una agencia externa que recopila y pone en valor toda la información posible de carácter positivo. Presentan una visión idealizada, sesgada al proporcionar interesadamente solo una visión, olvidándose de temas relevantes y posibles impactos negativos, y están en la frontera o caen en el “sustainability-washing” (que se acentúa en la forma en que tratan de presentar los ODS)
Muchos informes no financieros están orientándose más hacia el cumplimiento de los requisitos de la Ley que hacia el propósito último de este documento. Así puede observarse que presentan una estructura que responde estrictamente, a modo de check list, a los temas marcados por la Ley. Con ello dejan frecuentemente fuera aspectos particulares que afectan a sus grupos de interés (y que pueden ser importantes para éstos) y a las características específicas de la organización (dado que responden al conjunto de temas relevantes cerrado que propone la Ley), y por ello pueden resultar incompletos.
Disponer de un informe estratégico supone, por un lado, la culminación de la implantación de los procesos de gestión en un modelo estratégico de desarrollo sostenible y, por otro lado, un ejercicio de rendición de cuentas y transparencia completo con los grupos de interés, siendo el ejercicio de redacción una responsabilidad que no debe ser delegada a un tercero.
Desde nuestra experiencia, sólo desde la consideración del informe como herramienta integrada en el modelo de gestión y como medio de comunicación con los grupos de interés, y la integración de principios y valores en el análisis de relevancia es posible desarrollar un documento que cumpla con el propósito de la Ley y con los más altos estándares de calidad y transparencia de la información.
